Me asombra la facilidad con la que podemos dejar de luchar justo cuando estamos llegando a la meta. Es curioso porque cuando nos falta mucho por lograr el objetivo ni sentimos el cansancio. Sin embargo, cuando estamos cara a cara con la realización de nuestros sueños nos da flojera, y sentimos el peso de nuestro sacrificio. ¿Por qué? ¿Por qué nos podemos rendir tan fácilmente? ¿Qué nos lleva a la desmotivación? ¿Qué nos quita el ánimo?
Creo que nos enfocamos y luchamos por conseguir el objetivo, pero nunca nos preparamos para el encuentro con nuestros logros. ¿Qué pasa cuando logramos la meta? ¿Qué viene después? Sin duda, son preguntas que nos sacuden porque realmente no sabemos qué es lo que depara el futuro. Conseguir lo que queremos nos enfrenta a la realidad de una nueva vida, un cambio y eso… eso nos asusta.
Estoy a cuatro semanas de graduarme. Cuatro semanas. Mis cursos duran ocho semanas y las primeras cuatro clases han sido las más fuertes de toda mi vida universitaria. Recuerdo aquel lunes que estaba tirada en el suelo de mi cuarto realmente contemplando darme de baja de una de mis últimas clases. No creía poder cumplir con mis responsabilidades estudiantiles. No creía poder graduarme, lo veía tan lejos. Así fue transcurriendo el tiempo, no lograba recuperar mis fuerzas y me sentía aún más débil. Hasta que de pronto entendí que todo estaba en mi. Yo decidía sentirme irresponsable, yo decidía sentirme culpable y actuaba en acorde a ello.
Entonces Pedro lo llamó: —Señor, si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando sobre el agua. —Sí, ven —dijo Jesús. Entonces Pedro se bajó por el costado de la barca y caminó sobre el agua hacia Jesús, pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó y comenzó a hundirse. —¡Sálvame, Señor! —gritó. De inmediato, Jesús extendió la mano y lo agarró. —Tienes tan poca fe —le dijo Jesús—. ¿Por qué dudaste de mí?
Mateo 14:28-31 NTV
A veces, como a Pedro, se nos escapa la fe. Estas semanas han sido un vivo ejemplo de ello para mi. Sin embargo, lo hermoso es que Jesús nos extiende su mano y nos lanza el reto de volver a confiar. Me encanta porque Jesús siempre nos lleva a volver a creer en Él, en su amor. Nunca se rinde ante nuestra humanidad porque no está sujeto a ella. Por eso, decidí creer en Él y hacer el trabajo que me corresponde. Quizás no conozco lo que pasará luego de mi graduación. Quizás siento que mis pies no tienen estabilidad, pero conozco quien me sostiene. Y quien me sostiene, Jesús, me dará la seguridad que necesito para servir en su amor.
Un beso cibernético,
Jolly Ann