Siempre he vivido enamorada del amor, pero de un amor que sobrepase mis expectativas. Bueno, para ser más precisa, soy una romántica empedernida. Sí, de esas que lee novelas “fresitas” tales como Orgullo y Prejuicio –que, de hecho, es mi libro favorito y vivo perdidamente enamorada del Sr. Darcy. Si fuéramos a enumerar mis prioridades, el amor estaría en algún espacio de las primeras tres. Mi blog y los escritos sin terminar que tengo guardados en mi computadora son testigo de ello (y mis amigos, que los agobio con este tema al menos 2 veces al día jaja). El amor, en todas sus formas, es muy importante para mí. Sin embargo, hace algunos meses me sentía incomoda y quizás hasta incorrecta por sentirme de esa manera. Me preguntaba: ¿por qué rayos eres así, Jolly Ann? ¿Por qué tienes que pensar que el amor es lo más grandioso? ¿Por qué no puedes ser sensata y dejar el amor en paz?
Curiosamente, estaba con un amigo y conversábamos sobre blogs y me dijo: Pero tu blog es sobre amores, ¿verdad? Para mi sorpresa, me sentí atacada. Como si tuviera que defenderme porque me acusaban injustamente. Sentí como si me hubiesen preguntado: ¿Estás obsesionada con el amor? ¿Por qué, Jolly Ann? Sé normal. Les confieso que siempre me he sentido fuera de lugar en ese sentido… y hasta en momentos me he sentido culpable por el peso que tiene el amor en mi vida. Para culminar la historia, pensé mi respuesta y contesté: Sí, me gusta escribir sobre el amor. En esa fracción de segundos, decidí que no me iba a avergonzar porque de las 500 palabras que escribo, 200 son amor. En esa fracción de segundos, decidí aceptarme tal cual soy y aceptar que el amor está muy ligado a mi ser.
La realidad, no creo que el comentario de mi amigo haya sido malintencionado. Para nada, es una persona muy comedida, respetuosa y súper cool. No obstante, me hizo reflexionar y entrar en un proceso de introspección. En esos momentos necesitaba aceptar mi realidad, pero de igual manera, necesitaba entender que para reflejar el amor de Jesús tenía que dejar de hablar y comenzar a actuar. Para reflejar el amor de Jesús necesitaba modificar ciertas actitudes y conductas. Para reflejar el amor de Jesús necesitaba comenzar a trabajar con mi forma de ser. Esa simple frase me movió a poner mi pasión por el amor en acción.
El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.
1ra de Corintios 13: 4-7 NTV
Cuando Jesús nos lanza el reto de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos él sabe lo que nos está pidiendo. ¡Qué hombre tan fenomenal! Resumió lo que debemos hacer en dos simples mandamientos. ¡Genial! Ahora me pregunto, ¿por qué? Pensamos que amar es sencillo, entonces, cuando leemos la definición del amor en Corintios nos damos cuenta de que (como diría el buen puertorriqueño) la cosa se puso color de hormiga brava. Porque nuestro amor por los demás tiene que superar nuestro egoísmo. Nuestro amor por los demás tiene que trascender nuestras limitaciones y comenzar a ver al prójimo como Dios lo ve. Nuestro amor por los demás nos debe llevar a dejar nuestra zona cómoda a un lado. Y por encima de todo, nuestro amor por Dios nos debe llevar a renunciar a nosotros mismos para amar como Él nos ama. En esencia, el amor que Jesús nos enseña es sumisión a Dios y esa sumisión nos lleva a amar a nuestro prójimo de la manera correcta.
Mi pasión por el amor no era algo incorrecto, solo estaba poniendo mis esfuerzos en un lugar inadecuado. Me ocupaba más por entender el amor y encontrar el gran amor de mi vida, cuando lo que necesitaba era conocer el amor de Dios y reflejar el mismo en la vida de los demás. Ahora entiendo el porqué de mi fascinación con el amor. ¡Somos creados para amar! ¡Por amor se hacen grandes maravillas! Y aunque somos imperfectos y hay situaciones en las que se nos hace trabajoso reflejar el amor de Dios, fuimos creados para compartir nuestro amor con el prójimo a pesar de nuestros defectos. Por eso puedo llegar a la conclusión de que si cada uno de nosotros ponemos en acción ese amor, habremos alcanzado la meta. Porque si el amor a Dios y el amor a nuestros compañeros no nos mueve a ser misericordiosos, entonces, ¿qué hemos logrado?
Un beso cibernético,
Jolly Ann