Desde que me conozco he tenido pensamientos encontrados en cuanto a esperar se refiere. La realidad es que soy una persona impaciente. ¡NO ME GUSTA ESPERAR! Cuando digo que no me gusta esperar estoy hablando de que prefiero usar el iPad en vez de la computadora porque no tengo que esperar a que bajen todos los programas (Sí, así de impaciente soy jajaja). De igual manera, estoy consciente de que el proceso de esperar es necesario en nuestras vidas. Esperar nos ayuda a valorar aquello que, valga la redundancia, esperamos. Muchas veces nos encontramos en situaciones en las cuales nos vemos obligados a esperar. Es en ese momento que nos frustramos, nos ponemos de mal humor, nos surgen mil dudas y hasta nos sentimos cansados de dicha espera. Quizás por eso nos desanimamos y preferimos dejar la espera a un lado.
Ahora bien, esperar no necesariamente significa que vamos a dejar de hacer lo que nos corresponde. Muchas personas piensan que esperar es sentarse a descansar y permanecer en ese mismo lugar hasta que Dios decida enviar a sus ángeles con el regalo en sus manos para, entonces, hacernos la entrega de lo esperado. ¿Piensan que es una paradoja? No, no es una paradoja. Mientras esperamos tenemos que trabajar para obtener lo que queremos. No obstante, es difícil definir esa línea entre lo que me corresponde y lo que no me corresponde hacer. Y este es el preciso momento en el que tenemos que recurrir a Dios. Cuando me enfrento a este problema mi oración, la cual aprendí de mi madre, es: “Señor, dame sabiduría y discernimiento para usarla”. Les aseguro que todas las veces que le he pedido sabiduría y discernimiento a Dios, Él me las ha dado. De la misma manera, me siento segura de lo que estoy haciendo y de lo que me abstengo de hacer. También sé que hacer lo que nos corresponde es más fácil en algunas situaciones que en otras. Por ejemplo, acabo de entrar a la universidad y espero graduarme en cinco años. Todos sabemos que tenemos que tomar una cantidad de clases en cada semestre y obtener ciertas calificaciones para que eso se haga realidad. Sabemos que debemos tener un buen desempeño en la clase y para eso debemos trabajar. Pero… ¿qué pasa cuando tenemos que esperar en el amor?
Los que han leído la mayoría de mis escritos saben que tengo una pequeña obsesión con el tema del amor, y este caso no es la excepción. Hace algún tiempo atrás estaba en un estudio bíblico, de esos que hacen los miércoles en la iglesia a la que asisto, y mi pastora dijo algo similar a lo que mencioné en el párrafo anterior. Instantáneamente pensaba que esos eran ejemplos definidos. Pensaba: “Yo sé que debo estudiar para poder graduarme, pero cómo voy a saber lo que tengo que hacer con el muchacho que me gusta”. La realidad es que nunca supe cómo tratar las relaciones amorosas, o más bien cómo tratar a la persona que me gusta. ¿Qué debo hacer? ¿Doy el primer paso? ¿Qué es el primer paso? Si no me habla, ¿debo comenzar la conversación? Durante el transcurso de mi vida he tratado de encontrar la contestación a esas preguntas. Siempre buscando la opinión de mis amistades y llegando a mis propias conclusiones. He intentado de comportarme de muchas formas distintas, las cuales, francamente, no han tenido éxito alguno. Recientemente llegué a la conclusión de que estaba buscando las respuestas en los sitios menos indicados. Confieso que nunca le pregunté a Dios cuál era su voluntad.
Recientemente decidí dejarle todas esas preocupaciones amorosas a Dios. Es decir, decidí poner mi confianza en Él. La realidad es que esas preguntas estaban ocupando la mayoría de mi tiempo y eso no era lo que Dios quería (ni quiere) para mí. Entonces, llegué a la conclusión de que tengo que esperar y mientras espero tengo que cultivar mi relación con Dios; Él siempre debe ser lo primero y el centro de todo. Así que, otra vez más, cuando acudí a Él pude definir esa línea fina entre lo que me corresponde hacer y lo que no me corresponde. En estos momentos tengo que trabajar mi relación con Dios y con las personas que me rodean. Algún día llegará la persona correcta y confío en que Dios me guiará como lo ha hecho hasta ahora. Por ahora tengo que enfocarme en otras cosas.
Estoy aprendiendo a esperar de la manera correcta. ¡Claro! No estoy excenta de tener dudas, ni he dejado de ser impaciente por completo. Creo que la clave está coger las cosas con calma y poner todas nuestras inquietudes en las manos del Señor. Quizás estén pasando una situación similar a la mía o quizás estén pasando por algo diferente, pero de igual manera quisiera dejarles este pasaje bíblico:
“Espera con paciencia al Señor; sé valiente y esforzado; sí, espera al Señor con paciencia”
-Salmos 27:14 NVI
Un beso cibernético,
Jolly Ann