Mientras un amigo me contaba sobre cuántas veces pedía perdón por características de su personalidad, comencé a sopesar sobre la cantidad de veces que yo hacía lo mismo. Sin duda, entendía a este compañero a la perfección. Muchas veces me disculpaba por reír, por hablar demasiado, por decir lo que sentía, entre otras cosas. Entonces me pregunto: ¿En qué momento comenzamos a pedir perdón por lo que somos? Claro, no es que seamos perfectos, tampoco que somos exentos de cambiar ciertas actitudes. Pero, ¿qué nos hizo pensar que nuestra personalidad ofende al mundo?
Muchas veces pasamos por situaciones que nos hacen sentir inferior a los demás. Quizás de niños se burlaban de nuestra manera de hablar. Quizás las normas del hogar en nuestras familias exigían que fuéramos algo completamente distinto a lo que somos. O… Quizás… Fue esa relación enfermiza que laceró nuestra autoestima y nuestra habilidad de creer en nosotros mismos. Independientemente la razón (o las razones) de nuestro comportamiento, creo, fervientemente, en que podemos volver a comenzar. Volver a comenzar desde cero, volver a construir nuestra autoestima. He llegado a la conclusión de que siempre hay algo que nos hace mirar la vida desde otra perspectiva. Para mí fue entender que mi valor lo definió Jesús cuando murió en la cruz para que yo pudiera recibir la vida eterna. Cada momento es una nueva oportunidad para aceptar el reto de amarnos correctamente. Por eso, amigos, dejé de pedir perdón por esas cosas que me componen, esas cosas que hacen un conglomerado llamado Jolly Ann; y comencé a mirarme con los ojos de quien me ama de la manera más hermosa: Dios. ¡Seamos reflejo de su amor!
Un beso cibernético,
Jolly Ann
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Sigue a nuestra colaboradora Jolly Ann en su blog.
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